miércoles, 19 de septiembre de 2007

La cocina en la televisión

En los últimos 25 años, hemos tenido la suerte en España de que el despegue de la gastronomía española ha ido asociado a buenos programas de televisión.

Primero fue el naive “Con las manos en la masa” que da para una sonrisa mientras se revisiona, después Arguiñano que con simpatía elevaba unos metros las preparaciones y las presentaciones de la cocina hecha en casa –con razón reseña Arzak la enorme importancia de su colega de promoción-, y por último José Andrés que, con la misma simpatía del vasco y un exceso de verborrea, es capaz de introducir conceptos de alta cocina embebidos en recetas factibles por los simples mortales en sus casas.

La situación actual es, sin embargo, desoladora. Con Arguiñano absolutamente agotado y poco que aportar, sin nuevas aportaciones de José Andrés –aunque algo está grabando-, todo consiste en repeticiones del formato que tan bien le ha ido a Bainet –productora de Carlos Arguiñano- en los últimos diez años. El mejor de todos los clones quizá Pozuelo, profesor de la escuela de hostelería de Madrid, la mayoría infumables.

Pero sin duda la peor noticia ha sido la degradación del Canal Cocina, que hace cinco años apuntaba alto y ofrecía en su parrilla programas de Subijana, Arola o Gallego y que a día de hoy, martes, naufraga en la vulgaridad de un señor que cocina en veinte minutos basándose en productos enlatados del Corte Inglés, extrañas mezclas de crítica/publireportaje a la mejor manera de la Guía del Ocio o una señora insufrible que enseña (¿?) a cocinar a un pobre desgraciado, que Dios sabe por qué, se deja. Hasta Oyarbide sobresale entre semejante mediocridad.

En realidad en la parrilla de Canal Cocina, el único programa que me apetece ver de vez en cuando es el del inglés Jamie Oliver (¿Cuántas especias le puede echar un ser humano a un plato?), que aunque sin grandes capacidades culinarias –por lo que enseña en sus programas- al menos transmite ilusión y te hace sonreír. Para echarse a llorar.

Y mientras la gastronomía patria sigue creciendo.

Llevamos quince años de oro en la cocina española, están pasando cocineros como De la Osa, Berasategui, Arzak o Santamaría, cocineros que han sido desafiados en creatividad y técnica por otra segunda generación que está en su mejor momento y suena de fondo como un runrún, el latido de una tercera oleada que se abre camino a toda velocidad. De todo esto que está pasando, que ha pasado, no hay un No-Do, no hay una constancia televisiva que nos permita revisar cómo hace Manolo ajo arriero, Berasategui su milhojas de anguila ahumada o Arzak el bonito con costra. ¿Alguien recuerda a Luis Irízar o a Urdiain? Pues han sido parte importante en esta película y de ellos queda, con suerte, material escrito.

Y no hablo de una temporada dedicada exclusivamente a un cocinero, me refiero a una documentación de calidad de algunos de los grandes platos de estos autores, que nos permitan conocer y recordar cómo y trabajan, que sean una referencia para la gente que empieza. Un programa que nos de la oportunidad de aprender con las nuevas técnicas y platos de Dacosta, Adúriz, Dani García o Tejedor.

Mientras la transmisión del conocimiento se concentre en congresos entre profesionales, la cultura popular no se verá influenciada por todo este talento; será pura endogamia. Sr. Ansón, compre esta idea y déjese de promocionar programas de cocina hecha en veintidós minutos, que verter una lata en una sartén y añadir rúcola no aporta nada.

De la televisión y los vinos no hablo, que me deprimo.