jueves, 10 de diciembre de 2009

La cesta del 2009

Reconozcamos que a todos nos daba gustirrinín. Sí, ese momento de fraternidad, de amistad entre colegas, compañeros de trabajo, casi diría que amigos. Era todo un ritual: primero crecía como una seta un árbol de Navidad sostenible en cada planta; esto es, de plástico y con adornos dorados, sin ese espumillón tan vulgar que señala a los árboles de Navidad pasados de moda. Unos días después, en recepción, el guardia jurado se desplazaba unos metros para dejar paso al nacimiento, en el que destacaba un niño Jesús godzillesco, de un tamaño aproximadamente diez veces mayor que el ángel, que a su lado parecía una mosca con rizos.

Y por fin, como petardazo final, se celebraba un cóctel con su correspondiente recogida de regalos. Qué orgullosos recogíamos cada año nuestra cesta fusiliforme, con el estómago empapado de Ederra, en el que flotaban canapés descongelados de salmón y huevas de lumpo. En la estampida vacacional huíamos con una sonrisa en la boca que le anunciaba al mundo que aquello era un jamón, sin importarnos tropezar con cada esquina y espinilla que se nos presentara por el camino. Al fin y al cabo, qué diablos, éramos unos tipos con suerte.

He superado la ausencia de Martes y Trece, e incluso he asumido que les sustituyan los Morancos, sin embargo, no se me hubiera ocurrido siquiera imaginar unas Navidades sin la pata del cerdo curado. Y no es que valiera mucho el ejemplar en cuestión, solía salir soso, crudo y sin veta, casi como el mensaje del rey de cada Nochebuena. Aún así yo lo ponía en la encimera principal de mi cocina como el sargento lleva sus estrellas en el uniforme, ese “no sabéis cómo me respeta mi jefe” subliminal en forma de gorrino.

Pero este año algo nos llamó la atención: había dos tipos de cestas diferentes, unas pocas alargadas apenas asomaban entre decenas de cajones de cartón vulgar envueltos con un lazo hortera. Por orden alfabético el conserje nos fue llamando, humillando más bien; a la tropa, claro está, le tocaba la versión nueva, esa cosa rara que me temía iba a suponer la mofa y befa de mi familia política -siempre tan cruel recordándome que debí haber hecho oposiciones. Los damnificados, avergonzados y con gesto serio soportamos la burla en los ojos de la minoría de caja alargadas. Ni siquiera les quitamos el lazo y, sin apenas mirarnos, abandonamos la cafetería musitando un lacónico, casi trágico, "que paséis buena noche".

Dos latas de fabada Litoral, una caja de turrón La Bruja blando extra, una botella de vermut Valdepablo, una lata de espárragos Fiesta Nacional -de 4 a 6 unidades- y media botella de cava semiseco Rondel Oro. El peor rejonazo llegó cuando descubrí que también incluía una bolsita con doscientos gramos de chorizo, jamón y lomo envasados al vacío; dudo que George Bailey se sintiera más triste que yo en Qué bello es vivir. En casa mi mujer, siempre tan comprensiva, hizo hueco en la cocina retirando discretamente el jamonero que, en el trastero, parece una máquina para torturar; tuercas, hierro y madera que ya no pellizcan carne.

Este año, el pequeño foco de luz blanca, ilumina un mar de encimera sobre el que flota un sobre de chacina ibérica que nadie se atreve a a abrir.

Cuadro que ilustra: Luckyfella- Real cool cat de Blue Hipster.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Los inspectores


Los tres inspectores llegan con cara de cansancio de la presentación de su guía en sociedad. Despojándose de sus gabardinas y gafas de sol, aflojan sus corbatas y el cinturón del pantalón. Ha sido un año duro en el pequeño chalet de las afueras de Madrid.

Inspector1: Brrrrrrrrp (sonoro eructo). ¿Queda algún Alka Seltzer? El catering de la fiesta ha acabado por matarme
Inspector2: Si ya te dije yo que tomaras Opiren, a quién se le ocurre comer pescado crudo sin un buen protector de estómago.
I1: Odio el pescado crudo. Vaya rebote que tenía el de Ca'Pinto conmigo, me ha reconocido y le he tenido que explicar que en un restaurante de tres luceros no puede tostar tanto las almendras del aperitivo.
I2: ¿Este fue en el que se quedaron sin jabón en el baño?
I1: El mismo. Les falta regularidad en la ejecución.

Se oye rugir por tres veces consecutivas la cisterna del baño. El Inspector3 se derrumba en uno de los sofás con cara de pocos amigos.

I3: Tengo el píloro hecho un asco. Yo creo que son las carrilleras, me he comido 864 este año. Además tengo mala conciencia por haberle quitado el lucero al Egutxi by Ramontxu.
I1: Odio las carrilleras. Oye, ¿Y por qué no se la has dado?
I3: Leí una mala crítica en Los Amigos de Ligasalsas, . Ya sabéis, el blog más influyente del emergente panorama blogogastronómico español.
I2: Unos cabrones es lo que son. Podrían escribir sobrios.
I3: Sí, pero el tío tenía pinta de haber ido al restaurante y haber comido más de dos platos. Ya iremos este año. O el que viene, que está a tomar por saco. Además, el tío se ha pasado el año de charla en charla por los foros gastronómicos, no ha pegado chapa en cocina.
I1: Hombre, ni Pepe De Lucía, y le has dado tres.
I2: Para darle tres luceros a este tío no hace falta ni ir a su restaurante. De hecho, recuerda que no vamos porque es muy caro.

Se hace el silencio en la habitación y se oye, como un trueno, un portazo fuerte. El inspector jefe Benito Bueu entra en la habitación con una sonrisa de oreja a oreja.

Benito: Enhorabuena por el trabajo chavales ¡La que hemos liado!
I1: Ya te digo, les temblaban las canillas cuando has empezado a dar la lista.
I2: Uno de los periodistas lloraba de la emoción y todo; ha sido, darles la lista, y ponernos verde en su columna.
I1: Yo creo que deberíamos sacar la lista tres o cuatro veces al año.
I3: Brrrrrrrrrrpp (tremendo eructo). Me ha sentado fatal el rissotto de verduritas.
I1: Odio el rissotto.
Benito: Tengo buenas noticias, ya tengo el presupuesto del año que viene, podemos gastar 27 euros de media en cada comida.
I2: Hombre, Benito, con eso no podemos comer ni en el McDonald's.
Benito: Es lo que hay. Y así no os lo gastáis en vinos que este año he visto mucha factura con tintorros y aquí se viene a trabajar, no a ponerse tibio.
I3: Por cierto, nos tienes que aprobar el sobre de gastos, a ver si nos paga la central que llevamos seis meses de retraso.
Benito: Paciencia, paciencia, no sé de qué os quejáis, si tenéis el trabajo más bonito del mundo.
I2: Brrrrrrrrrrrrrrrrpppp (escandaloso eructo). En eso tienes razón, este mundo de la gastronomía es un páramo de buen rollo y dar tantas satisfacciones y alegrías es el trabajo más reconfortante del mundo. ¿Queda Alka Seltzer?

Los inspectores se van a la cocina del minúsculo chalet intentando calmar su irritado aparato digetivo. Benito, ya solo en la habitación, se frota sus manos gordezuelas, mientras sonríe para sí mismo: "Sois unos pringaos, mis marionetas. Estáis en mis manos".

domingo, 22 de noviembre de 2009

Test

Tiene por fuera el edificio del mercado de Chamartín ese aire triste y ramplón de tantas zonas del ensanche norte madrileño. Nada que ver con la exuberancia mediterránea de La Boquería en Barcelona, ni con el recién remozado Mercado de San Miguel, un Les Halles de bolsillo, que está más cerca de la atracción turística que de la gastronomía del día a día. Pero centrémonos en el del norte de la capital, basta atravesar su puerta para pasar del gris espartano y aburrido, a un ambigú de colores, tentaciones y delicias, nadie hubiera dicho que escondiera en su interior una gran plaza llena de grandes productos, difíciles de encontrar y, por desgracia, cada día más caros.

Como cualquier otro mercado, el sábado por la mañana es un día particularmente activo. Es jornada de compra familiar y a las nueve ya hay colas entre los puestos más populares. Sorteando carros y bolsas, me paro en Raza Nostra, que no os engañe su decoración de diseño, se trata de una de las mejores carnicerías de la ciudad. Siendo importante la oferta de cerdo y ovinos, es en el caso del bovino donde verdaderamente impresiona su despliegue de razas y procedencias: frisona avileña, retinta del sur, morucha salmantina, incluso el wagyu, tan de moda últimamente. En mi opinión, de todas ellas la mejor y más regular es la rubia gallega –una mala traducción al castellano del original nombre gallego, roxa-, me gusta especialmente el corte de lomo alto –a 24 eur/kg en el cálido noviembre del 2009-; carne madurada en cámara durante más de treinta días que, cuando está bien entreverada de grasa, tiene un sabor mineral y profundo. Es más asequible su amplio catálogo de hamburguesas, que mezcla todo tipo de carnes, ingredientes y maceraciones; nunca faltan un par en mi nevera. Anda este puesto en dura competencia con la otra gran carnicería del mercado, Cesáreo Gómez, quizá menos vistosa, pero también surtida de buenas carnes entre las que hoy llama al ojo un morcillo de vaca de Guadarrama, abundantemente trufado de gelatina.

El mostrador más concurrido es el de la pescadería Ernesto Prieto, no es extraño en una ciudad en la que la burguesía más tradicional consideraba, hasta hace bien poco, el besugo y las angulas el paradigma de lujo navideño. Una marabunta de clientes se agolpa alrededor del hielo machacado, entre ellos algunas señoronas de chacha y mucha laca, particularmente exigentes. Clientas de toda la vida con las que los dependientes mantienen un tira y afloja diría que casi pactado, castizo, en el que no falta el “usted” ni una buena dosis de vacile. Madrid sí es en esta tienda el mejor puerto de mar de España, además del más caro. La enorme categoría de esta pescadería se demuestra no sólo en la gama más alta del producto como las gambas rojas -78 eur/kg-, la ventresca de atún rojo -54 eur/kg- o las lubinas salvajes -22 eur/kg-, extraordinarios ejemplares que el mar ofrece cada vez con menos frecuencia, sino también en la variedad que ofrece: salmonetes, palometas, pargos, cabrachos, urtas, pez limón o lenguados y merluzas de diferentes calidades. Y sí, también besugos, aunque yo incluso para día de fiesta, me quede con el jurel.

Mientras espero con paciencia a que me toque, le echo un ojo a la quesería aneja, Bon Fromage, que ofrece una selección amplia de quesos artesanos en un buen punto de maduración. Su encargado, Pierre Ruffin nos hace una selección de temporada que incluye el Saint-Marcellin lionés, un munster que huele deliciosamente cántabro y el maravilloso Comté con 24 meses de maduración. No me olvido aquí de mi ración de mantequilla de Isigny, ese je-ne-sais-quoi que, bien usado puede convertir un buen plato en un plato maravilloso. En el centro de la planta Charito presenta con gusto y orden su selección de frutas y verduras; si comprar un buen pescado es cosa de dinero, encontrar un buen tomate es un milagro y en esta tienda, de tanto en tanto, se obra. Es desoladora la escasa presencia de setas este otoño y su precio disparatado, sin ir más lejos el otros años modesto níscalo nuevo –pierde precio por cada día que pasa desde su recogida- va marcado, nada menos, que a 28 eur/kg.

Escaleras abajo, planta baja, me topo de frente con Hermanos Gómez, magnífica pollería en la que hoy se expone un trozo de otoño: perdices de los montes de Toledo a 9,50 la unidad, conejos de campo a 9,50 eur/pieza y zorzales a 2,50 eur/pieza. Es particularmente interesante su volatería de crianza, que barre desde Galicia a Bresse, incluyendo buenas pulardas y pollos camperos.

Con el bolsillo exhausto –hay fines de mes que me alcanzan el día cinco-, me paro a tomarme una caña en la cafetería Euromin situada en la planta superior. En tanto devoro la tapa de tortilla jugosa, hago recuento de mi compra: morralla y mejillones para la sopa bullabesa, media docena de enormes almejas babosas que huelen a yodo, dos gambas rojas, un cogote de bonito, cadera de vaca –el corte que más me gusta para un roast beef-, perdices, y alcachofas. Quizá por lo raro que es encontrarlos, miro con particular alegría los pequeños zorzales, no me he podido resistir a comprar un par de ellos, andan en mi bolsa pidiendo a gritos aceite caliente y un poco de ajo.

Toca volver y dejar un mercado que es casi una metáfora de Madrid, austero por fuera pero con mucho bueno dentro. Ya fuera, en Valpan, una tiendecita donde venden un buen pan artesano, recojo una pieza de centeno y enfilo la cuesta abajo evitando a los vendedores ambulantes. Línea 9, parada Colombia, destino a mis sartenes.
Ligasalsas, a 21 de Noviembre del 2009.

martes, 26 de mayo de 2009

test2

Me
 

En los preliminares a la corrida, la gente abarrota los bares de los alrededores y de la propia plaza. Cerveza a raudales para calmar el calor y más de un gin tonic de ínfima calidad por el que hay que luchar a brazo partido; huele a marisco con amoníaco en los alrededores de Los Timbales. Hace demasiado calor para estar ni un minuto antes de que empiece el paseíllo así que la gente araña hasta el último segundo para entrar en la plaza, almohadilla en mano. El tendido del 7 nació en los años 50 y es una leyenda en Las Ventas, odiado y respetado a partes iguales, ha sido tradicionalmente el contrapunto al buenismo que, quizá, el resto de la plaza practica.

El 7: Chope esto es chope

El primero sale a la plaza y blandea al tercer capotazo, "!Chope, que esto es chope¡" le increpa, el más pintoresco del tendido, al ganadero. El individuo mantiene la atención de sus vecinos de sitio, del tendido, se le oye por toda la plaza y mantiene una tensión con el resto del público jaleada entre insultos. Aprovecha los lances en los que no hay apenas un rumor en el ambiente, dejándose la laringe, para expresar sus opiniones, siempre negativas. Tanto da que abajo se estén jugando la vida, lo único importante es que se le escuche, que se le oiga estar en desacuerdo, encantado de ser el centro de atención busca la confrontación. Le increpa con dureza una señora cinco metros más allá, "A ver si la culpa va a ser mía, dice", mientras jalea los naturales del maestro con un "miau" irónico, haciéndole saber a todo el mundo que el bicho de 600 kilos es un gatito.

El 7: ¡Acércate más, que estás toreando por internet!

Tras un par de buenas tandas en el segundo, la plaza aplaude. Se ríe y grita con rabia "Podéis aplaudir, podéis aplaudir", él es Antoñete, Ordóñez y Esplá, la esencia del toreo. Sabe lo que está bien y lo que está mal aunque salvo raras excepciones está todo mal. Se desgañita cuando desde la plaza le sonríen antes de empezar la faena, se la toma como algo personal –no podía ser menos, que para él este sí es un juego de vida o muerte- y la toma con el chaval "¡Cómplice, eres un cómplice!". No hay la menor esperanza de que disculpe al torero ante la ausencia de bravío en el animal, mezcla las churras, las merinas y las duroc. Y si en algún momento hubiera una oportunidad de que se ligaran tres pases, una posibilidad de disfrutar mínimamente, ahí está él, boicoteando los silencios y el respeto de la plaza.

Unos pocos: Eres un cáncer para esta plaza

¡Que noooooo! Es el grito favorito del 7, dejando claro que ellos lo harían de otra manera. En el tercero, el sol a punto de ponerse, a punto se monta un guirigay, algunos chavales jóvenes les echan en cara que su comportamiento no es el mismo con el ganado de Victorino Martín, vecino en San Agustín de Guadalix de los miembros más beligerantes de esta intifada taurina. Cosas de la amistad, a ellos les parece que los toros de San Agustín mansean menos, blandean menos. El vociferante, entendido y exigente aficionado se ofrece a bajar y torearlo él mismo, "el toro no vale, aún si bajara yo…", ante la media sonrisa de algunos de sus vecinos. Creo que a más de uno no le importaría. Mientras matan al sexto, con el torero jugándose el bigote atruena un "Muy maaaaaaal", su clásico, su favorito . Se oyen sucesivamente abucheos al toro, al torero, al ganadero, a los periodistas y al presidente, la promesa de no volver nunca más a pisar la plaza y la despedida segura hasta mañana.

A mí según avanza la faena me va cambiando la expresión, desde la sonrisa inicial por esa ligera gracia castiza y grosera que desprenden algunos comentarios, hasta un rictus de molestia; no hay quien disfrute a su lado. El tipo y su banda de acólitos no critican el espectáculo, sino a montar su bombero-torero particular, representan un esperpento valleinclanesco que dejó de ser una crítica razonada y respetuosa hace demasiado tiempo, lo que en su momento fue sentido del humor se ha recortado, como los pitones de un ejemplar de mala ganadería, y se ha quedado en rabia y mala leche. En bajeza.

Tan cegados en su locura fanática, que están convencidos de que sin ellos no existiría la plaza de Las Ventas.

martes, 19 de mayo de 2009

sábado, 28 de febrero de 2009

Post mortem

“Perdón por la crudeza, pero la clientela asturiana no ha evolucionado a la misma velocidad que la cocina y el resultado es que hay un déficit de cultura culinaria”.

Pedro Morán (restaurante Casa Gerardo)

“La alta cocina se reducirá a una élite”, “Los restaurantes deben llegar a capas más bajas de la sociedad, fundamentalmente a los jóvenes, y adaptarse a sus necesidades”.

Rafael García Santos (
http://www.lomejordelagastronomía.com/)

«La alta cocina creativa hizo crisis hace dos años, o año y medio. El propio Ferrá Adriá se bate en retirada»

José Carlos Capel (El País)

Los tres últimos años y el último en concreto le han aportado al observador atento mucha información sobre la relación entre los restaurantes de alta cocina creativa en Madrid y sus clientes. La capital, tradicionalmente conservadora, exigente en cuanto a producto y servicio, ha visto nacer un conjunto de restaurantes cuyo ideario incluye una propuesta ambiciosa y sofisticada, notablemente más compleja en sus elaboraciones: vanguardia. Bajo este paraguas podríamos encuadrar a Zaranda, Arola Gastro o Senzone, restaurantes en los que la sala, la cocina y la bodega se cuidan con detalle. Aunque su historia era diferente, los tres compartían el mismo objetivo: convertirse en grandes comedores basados en la punta de lanza culinaria. Abordar el récord que tiene Zalacaín, hasta la fecha y sin discusión, el mejor restaurante que se ha establecido en Madrid.

La prensa gastronómica madrileña saludó sin excepciones y con albricias la llegada del último de ellos, Senzone, que en diciembre del no tan lejano 2007 abría sus puertas en el hotel Hospes, en el centro de Madrid. La unanimidad fue inusual y absoluta, el microcosmos que rodea a los restaurantes madrileños alzó el pulgar hacia arriba: avisaron con fanfarrias de que iba a ser una estrella, el mejor restaurante de la capital, algo grande. Premios, reconocimientos, críticas repetidamente positivas, cocina, sala y sumillería, un rodillo mediático.

Pero la cosa no salió del todo bien. Algo menos de un año después, atravesando un otoño durísimo en el que la media de ocupación ha sido baja, el cocinero abandona el restaurante. Alega falta de sintonía con la dirección; sea verdad o no, la realidad es que el restaurante nunca llegó a funcionar, no era competitivo.

Con su caída cabría preguntarse el porqué del contraste de tantos elogios en la crítica y la indiferencia del público. ¿Se equivocó la crítica en su evaluación? ¿Está la prensa gastronómica cerca de la realidad de este país, de sus gustos? ¿O es que se ha abierto una brecha insalvable entre la alta cocina de vanguardia y la clientela -una minoría- capaz económicamente de abordar una cena en un restaurante de este perfil? ¿El problema es esa cocina vanguardista, o son los ciento veinte euros que, como poco, cuesta un cubierto en estos locales?

Partiendo de las premisas de García Santos, la respuesta al fracaso de Senzone estaría en que los gustos del pueblo no son suficientemente sofisticados ni sus bolsillos anchos y profundos, algo inevitable, como la gravedad. El mensaje suena nihilista tal y como lo plantea, casi parece que no mereciera la pena intentarlo, ¿Para qué si la gente no está preparada ni económica ni intelectualmente? El argumento se quiebra fácilmente, porque sí hay restaurantes de alta cocina funcionando en Madrid y todos podríamos poner un par de ejemplos de sitios que proponen cocina arriesgada donde cuesta hacer una reserva; si tú no llenas y tu vecino sí, vendiendo los mismos tomates o muy parecidos, es que estás haciendo algo mal. Sin olvidar que en Madrid hay decenas de locales de cocina tradicional –incluidos los de alta cocina- llenos cada noche. Vamos, que el foro, se lo gasta en comer.

Así lo han entendido Ramón Freixá y Eneko Atxa, que apuestan por Madrid. De su evolución y de la de Arola Gastro podremos deducir si, como apunta el periodista, este modelo es imposible o se puede adaptar a un cliente que, bien es cierto, les mira con desconfianza. No conviene olvidar la historia y existe el precedente de La Broche en Dr. Fleming, donde Madrid acogió a Sergi Arola con cariño, trato que quizá no tuvo continuidad en su mudanza al hotel Miguel Ángel. Este dato, no debería pasar desapercibido; había algo en el local original que no migró con el equipo. Un problema, que en mi opinión ha vuelto a suceder en Zaranda.


Se deriva además dos corolarios. El primero sutil, pero interesante. En Madrid y en la actualidad, la influencia de la prensa gastronómica es débil incluso a corto plazo. Quizá dé una oportunidad -ni siquiera tengo tan claro este aspecto- pero por bonita y positiva que sea la crónica, un restaurante sólo funcionará si consigue una cartera de clientes habituales y logra minimizar el número de ellos que sólo visitan su restaurante en una ocasión. Madrid no es una capital turísitica de suficiente nivel como para garantizar un flujo de clientela internacional que mantenga un restaurante. Y menos en estos tiempos de crisis.


El segundo es que cuesta cada día más entender la obsesión que tienen tantos y tantos cocineros con lo que se dice de ellos en tal o cual foro, o con la crítica que ha salido en esta o aquella revista. Aunque bien pensado, eso quizá tenga que ver menos con el dinero que con el ego.

domingo, 25 de enero de 2009

Lo que inventa el hombre blanco

Con la entrañable época navideña ya superada (excepción hecha de la chicha extra acumulada), es hora de poner a funcionar los diferentes utensilios relacionados con la gastronomía que nos han traído sus majestades a Los Amigos de Ligasalsas. Hay mucho material donde elegir porque, aunque algún majadero piense lo contrario, hemos sido muy buenos y nos merecemos esto y más.
Veamos algunos de ellos. Los que nos parecen más interesantes.

SILICONA


Los Amigos de Ligasalsas tenemos sentimientos encontrados con la silicona. Es un producto de usos variados, alguno de ellos antiestético y de mal gusto. Sin embargo en herramientas de cocina se están haciendo cosas bastante útiles. Fundamentales las brochas. Muy cómodas las tapas de silicona. No nos gustan las bandejas de hielo de silicona, el tamaño de los hielos es ridículo y es difícil sacarlos. Mucho mejores los hielos del chino.


FLAVOUR SHAKER DE JAMIE OLIVER

Lugar destacado entre las novedades de nuestra cocina merece el Flavour Shaker de Jamie Oliver. Es un bicho bastante feo que sirve para preparar aliños, marinadas y otras cosas por el estilo. Se mete todo ahí dentro con una bola de cerámica, tocas un poco las maracas, et voilá, te sale todo machado y emulsionado. En un pispas me hago unas vinagretas que soy la envidia del barrio.

EL TERMÓMETRO DIGITAL DE IKEA

El termómetro digital de IKEA seguramente sea el segundo aparato con una mejor relación precio/utilidad de la cocina. El primero es, qué duda cabe, la nevera. Porque si una nevera costara 9.000€ en lugar de 700€, ¿a qué se la comprarían ustedes igual?. Pues eso. El termómetro digital es una magnífica ayuda para asar. Con uno de estos y el libro de McGee eres el rey del mambo.


EL AFILADOR DE CUCHILLOS DE PISTOYNOPISTO


El afilador de cuchillos de pistoynopisto es fundamental para protegerse de los cafres de afiladores que tenemos en este país. Te permite mantener fijo el ángulo entre la piedra y el cuchillo de forma que cada pasada de la piedra incide sobre el mismo filo que la anterior. La mejor manera de alargar la vida de los cuchillos. Bueno, duran más si no los afilas nunca, como hace mi madre. Pero te mosqueas cada vez que tienes que cortar algo, así que no vale la pena.

No pierdan ustedes de vista el aspecto del afilador de cuchillos EDGE PRO. Es el Fary de nuestras cocinas.

La pega de este invento es que dejas el material demasiado afilado. Por lo que, antes de llevarte un dedo cada vez que metes la mano en el cajón te tienes que comprar el,

SOPORTE MAGNÉTICO ARCOS


El soporte magnético ARCOS es una excelente opción para tener los cuchillos y otros útiles metálicos organizados en la cocina. También sirve para ver si las cazuelas sirven para la cocina de inducción. Existe una versión electrificada para los cuchillos jamoneros. Es recomendable activarla cuando aparece un cuñado en casa.

LAS ANILLAS IDENTIFICADORAS DE COPAS

¿Quién no ha caído en la tentación de tener abierta una botella de cava para los cuñados mientras el resto de la concurrencia bebe champán como posesos? ¿Y a quien no le ha pasado que luego no sabe cuál es su copa y cuál la del cuñado? Ponerse a oler las copas en esa tesitura no queda del todo elegante. Gracias a las anillas identificadoras de copas, tendremos siempre perfectamente identificadas las copas de los cuñados.
Hay cuñados, sin embargo, con los que no funciona esta protección. Los hay incluso capaces de irse a la cava de vinos a seleccionar ellos mismos las botellas. Contra esto lo mejor es tener siempre a primera vista unas cuantos riojitas de esos que deberían vender en el Leroy Merlin. Suele funcionar. Pero si nos encontramos ante un ejemplare de cuñado de los que saben atacar donde más duele, en las provisiones de vino francés, tenemos que recurrir a nuestro…

MINI TIGRE

El mini tigre le producirá al cuñado díscolo una descarga de 2.000.000 de voltios que le inmovilizará de forma inmediata. El amperaje es bajo, por lo que no se corre riesgo de sufrir uno mismo la descarga si, según está cayendo al suelo, hay que darle un empujón al individuo para que no se caiga encima de nuestras botellas.

El mini tigre no ha sido estrictamente un regalo de Reyes, pero la idea de su uso ha sido inspirada por el libro más regalado las pasadas navidades.

¿Y a ustedes qué inventos útiles les han traído los Reyes Magos?